11.29.2008

Otra vez sopa

- Doctora W! A ver si viene a evaluarme a Yari que está como sangrando ¿?

Eso fue todo para el campeón. Ese día estaba de turno cubriendo esa desconocida sala. No tenía idea quién era Yari ni qué razones la mantenían enclaustrada en ese lugar. Lo único que sabía es que no podía atenderla de inmediato. Por delante tenía todo un pliego lleno de obligaciones para con otros pacientes de estricto cumplimiento. Atendí las cosas más importantes y en 20 minutos estuve con Yari.

Yari.

Yari era una niña que fácilmente podría tener 10, 12, 15 años. Difícil saberlo con seguridad con nada más verla. Lo cierto es que su aspecto gritaba cronicidad y corticoides: cortita de estatura, extremidades delgadas, piel fragil, abdomen prominente, tórax como un tonel. Tenía en el cuello su huequito de traqueostomía, adaptado fielmente, como una lapa a una roca, a un ventilador mecánico que le abanicaba desfaroradamente ese par de pulmoncitos.

Cuando llegué entre la madre y la enfermera la levantaron un poquito para que viese de donde sangraba. La piel de su espalda era cauchosa y con manchas y de un lado habia un agujerito, como de medio milimetro de diámetro del que salia sangre a presión, un impetuoso chorrito con trayectoria de proyectil. Verifiqué que la niña no estuviese inestable, le puse volumen, tapé la herida y consulté con el caporal al mando. Cuando me llamó me dijo tan tranquilamente que el pronóstico de Yari era reservado, me recomendó alguna que otra cosa, pero cero maniobras heroicas.
No había yo cerrado el telefóno cuando las enfermeras me piden a gritos que llame al doctor, que venga, rápido, urgente. Fui a ver. En ese momento, Yari ya no tenía presión, estaba pálida, fría, boqueaba, Yari ya era la muerte. Su madre, deshecha y embarazada a término fue sacada del rinconcito que Yari compartía con dos enfermos más. Pasaba el tiempo y los médicos residentes no venían. Yo sabía que no vendrían, que ese paquete era mío y que a la vez no haría nada con él, salvo poner cara de circunstancias y ganarme la empatía de las enfermeras quienes ya la lloraban como si fuese su hija, su hija que cumplía años al día siguiente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buff, espero que ese no sea el menú de todos los días. Esa es la principal razón por la que yo no podría ser médico, no puedo enfrentarme a ese tipo de cosas

halfmat dijo...

Yo si me siento capaz, pero no querría, triste histooria :(