12.23.2009

Sociedad, espero que no estés sola sin mí

El otro día este amigo mío me llama en hora pico. Me dice que tiene un evento lo invitaron a una suerte de... presentación ¿? No lo sé! pidió que lo acompañara. Hizo la salvedad que la tarjeta solicitaba a los asistentes acudir en "ropa de calle".

Probablemente a estas alturas yo deba respetar el hecho de que ropa de calle se refiere a algo casual pero elegante, ni muy muy, ni tan tan. Sin embargo decodificar el lenguaje cifrado de la etiqueta no es algo que me interese. De mi gusto hubiese ido asquerosamente cómoda, como siempre, con mi ropa de pisar la calle; pero en vista que no quería dejar mal a mi amigo, puse de mi parte.

Repugnancia. Cuando llegué todo el mundo se había decidido a darle uso a ese trajecito tipo boda-de-la-prima-Carmen y a beber con el meñique en extensión. Y no es que lo resienta, me importa poco cómo se viste la gente. Pero justamente esa lucha encarnizada por pretender regirse a fuerza cánones sociales hasta rayar en lo fingido resulta ridícula, infructuosa y sobre todo agotadora.