10.07.2008

Entonces justamente frente a sí tenía toda esa mole de forja y concreto. Un muro más alto de lo que la inflación, que ya es mucho decir. Imposible saber su grosor, pero fácil sospecharlo, mientras que su extensión, a pesar de ser un misterio, se adivinaba interminable.

Tan sola como la cripta de un viejo sin familia, empezó a desesperarse, no sabía que hacer. No podía rodearlo, y aunque de arriba caía una suerte de cuerda, no estaba segura si convenía agarrarla. De la forma que la tomara, la soga tendía a elevarse sola... una vez lograba enrollarse en su pescuezo.

Debía actuar rápido, había que estar del otro lado cuanto antes. Sin posibilidad de regresar, vino a ella como una epifanía: la única forma de lograrlo era cerrar los ojos, evaporarse y simplemente aparecer del otro lado. Entonces, hizo su mejor esfuerzo, toda su energía, la poca o mucha que le quedaba concentrada en el único propósito de atravesar la pared a fuerza de teletransportación. Sí, transhumanismo, telequinesis, del cualquiera de esas destrezas con nombres grandilocuentes que no podía si quiera pronunciar y en las que nunca había creído pero que ahora aparentaban ser la forma única de salvación.

Despertó junto a la pared que hacia esquina con la cama, con el hombro adolorido y la esperanza escondida debajo el colchón.

2 comentarios:

halfmat dijo...

es esto verídico? ^^D

Agua dijo...

eres demasiado buena...

DEMASIADO