Es un hecho, el tan sonado aumento en la tarifa de la energía eléctrica para el mes de enero de este año es una realidad, pues el antiguo ente regulador de los servicios públicos, hoy comisión de libre competencia y asuntos del consumidor (clicac), ha aprobado este incremento basándose en la elevación de los precios del combustible. A mediados de 2004 se hablaba de un aumento de la energía que se haría efectivo para julio de ese mismo año justificado de la misma manera. Compañías distribuidoras explicaban mediante comunicados que las tarifas estan sujetas a precios establecidos por empresas generadoras. En los medios no faltaron descripciones como estas en las que se advertía a la población que la nueva imposición era un asunto de forzoso cumplimiento que no dependía directamente de otra cosa, más que de las circunstancias. Dentro de todo, para el año pasado, el Estado aportó 34.8 millones de dólares en materia de subsidios para amortiguar el alza en las tarifas.
Hay quienes aseguran que la energía eléctrica producida en este país depende en un 60% de hidroeléctricas, y en un 40% de combustible. Además, se sabe que las fuentes que abastecían a las bases militares estadounidenses en la zona del canal, serían más que suficientes para abastecer de energía a dos provincias completas, en concreto: Panamá y Colón. Por otro lado se cree que las ganancias que originaban de las empresas estatales que brindaban servicios de luz y teléfono por separado, para los años 80 era igual o mayor que la generada por el canal hoy. Ambas empresas, actualmente son propiedad privada, el I.R.H.E. encargado de la totalidad de los proceso de producción de electricidad, fue dividido en nueve empresas, de las cuales solo una es propiedad del estado; mientras que el I.N.TEL ha dejado paso a una única empresa como principal proveedora de servicios de comunicación. Los cambios desde esa época son innumerables, tanto en el servicio como en los costos; aunque no dudo que habrá quien no perciba la merma en la calidad del servicio, las bondades del marketing, permiten camuflar muy bien algunas cosillas.
Como espectadores de este desfile de arbitrariedades estamos nosotros. La verdad es que no nos gusta el espectáculo, ¿hacemos algo? porque de momento solo estamos pagando las consecuencias de una triste historia de las privatizaciones.
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