Ocho pisos hay "de la cocina a la alcoba". No hay dios que aguante ese tren de subirlos y bajarlos varias veces al día con todo lo que eso conlleva. A falta de salones en la facultad, hay clases en el octavo piso del "Complejo", no en el quinto ni en el sexto, en el octavo y sin posibilidad de ascensor ni de salvación.
Dan las doce y el profesor no llega, doce y cuarto, doce y media; yo ya no espero más. No es que sea la diosa madre de toda puntualidad, es que es algo que me vence. Tan sencillo y tan complejo como que no soporto un minuto más en ese sitio. Ocho pisos, esta vez cuesta abajo, parece metafórico. Afuera el sol de medio dia, con esos rayos que vienen perpendiculares a la superficie de mi centro de calor, esos rayos que no perdonan y que sí castigan.
Cruzando a la universidad, como protocolo para el regreso a ninguna parte, una chinita uniformada de colegio me para y pregunta: "Joven, sabe dónde está la facultad de medicina?". Yo quiero decir NO, un no que va más allá de su pregunta, no que no sepa dónde está, no es que no quiera decirle, es solo que no, no... no lo hagas! "Mira, la tienes a tus espaldas", acerté a decir.
9.20.2007
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2 comentarios:
Parece un cuento, waka; pero de Kafka. Te comprendo en un cien por ciento, ya que si no estoy "posteando" nada es porque me siento desde hace tiempo como te sentís vos en el post que acabo de leer.
Nos vemos.
oyeeeeeeeeeeeeeeeee
pero tu ya estas escribiendo cuentos tambien ...
relatos cortos, waooo que salvaje que esta eso.
=)
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